Para Montse Fraguela
Recuerdo el vals de los grillos y pájaros en un mes de julio gallego. Las frescas aguas surgen del eco de las guitarras. Sus notas sonrientes y juguetonas como cosquillas me llevan de la mano por el espacio ahogado entre nubes tenaces y pedazos de cielo esperanzador. La brisa de la hierba recién cortada hierve impaciente a ser sorprendida por las piruletas de los niños. El calor conciliador sobre mis párpados y la luz perezosa de cada nueva mañana, la paz proyectada sobre el horizonte borroso, son la licencia para olvidar y solo soñar al son de las lejanas tubas entre las ballenas de un océano en calma; son la señal del éxtasis del verano, renovado cada cierto tiempo por una lluvia que diluye la tristeza en una profunda melancolía.
Fugaces como estrellas, 2018.